El pran le dio la baja del carro. En la calle, todo parece espinas. Vino a firmar la condicional, a caminar sobre un nuevo encierro -el de la vuelta que embelesa-. Lleva chemise rosada, los infaltables pinchos; la novia sumisa lo espera mirando el reloj, sentada en las sillas prohibidas por los pacos. La novia deslumbrada a esposas y martillazos.
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